Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, que volverá a pisar la Casa Blanca después de cuatro años, pretende aplicar un gran cambio en la industria automovilística, al anunciar su intencion de acabar con las ayudas a la compra de este tipo de vehículos, lo que supondría poner fin a las deducciones fiscales de hasta 7.500 dólares que ahora se aplicaan los conductores estadounidenses.
Trump afirmó en repetidas ocasiones durante su campaña electoral que eliminaría esta subvención a los coches eléctricos desde «el día uno», aludiendo a las normas de emisiones propuestas, que la administración de Joe Biden había flexibilizado meses antes.
Esta postura supone un gran desafío para las marcas que dependen de la venta de vehículos eléctricos, excepto Tesla, que realmente, no necesita estos subsidios.
En este sentido, el CEO de Tesla, Elon Musk, admitió hace algunos meses que perder estos incentivos del Gobierno sería “devastador” para los competidores de Tesla, pero traería muchas menos consecuencias a su marca. De hecho, Musk señaló que, a largo plazo, la eliminación de estos créditos podría incluso beneficiar a su compañía.
El secreto consiste en que la firma de Musk genera ganancias vendiendo exclusivamente coches eléctricos, y lleva generando beneficios desde 2020, con o sin ayudas a la compra de sus vehículos.
Sin embargo, sus rivales sí que han podido minimizar sus pérdidas gracias a estas ayudas, lo que significaría que si se les cortara el grifo, se encontrarían en serios problemas.
Así las cosas, para la mayoría de fabricantes estadounidenses, la venta de coches eléctricos sigue siendo una actividad no rentable, con un retorno de inversión que aún resulta negativo, y sin los subsidios, iría a peor.
Es por ello que, con Tesla dominando el 50 % de la cuota de mercado de vehículos eléctricos en aquel país, permitiría a la marca absorber la pérdida de incentivos y seguir liderando el mercado, por lo que la firma de Musk, en cualquier caso, saldría ganando.