Los países más avanzados en la implantación del coche eléctrico están viendo como comienzan a reducir la recaudación del impuesto a los combustibles, algo que les estaría llevando ya a valorar algunas alternativas. Suiza, que el pasado año vio como el 20.9 % de sus coches matriculados eran eléctricos, es uno de los países que están valorando opciones.
El caso es que en algunos cantones, suizos están viendo como la recaudación por impuestos a los combustibles están cayendo rápidamente. Se trata de un impuesto que varía de un cantón a otro, en función de la cilindrada, la potencia o el peso total. Además, en algunos cantones, los vehículos de bajo consumo se benefician de importantes desgravaciones fiscales, mientras que en otros están totalmente exentos durante los primeros años. Sin embargo, todo esto podría cambiar en breve.
Para empezar, a principios de este año, el gobierno suizo ha puesto en marcha un impuesto a las importaciones de coches eléctricos, al que pronto podría seguir otro en función de los kilómetros recorridos o la corriente consumida, como es el caso del combustible.
La realidad es que el actual impuesto sobre los combustibles aporta menos dinero a los cantones, hasta el punto de que las pérdidas se estiman en 300 millones al año. Para reequilibrar las cuentas, la administración suiza trabaja en varias alternativas que, en cualquier caso, tendrán que ser aprobadas por la ciudadanía a través de un referéndum.
Una de las propuestas que están siobre la mesa, consistiría en gravar la energía utilizada, es decir, los kWh de corriente cargada, según el modelo del impuesto por litro deducido directamente en el surtidor; mientras que otra propuesta vendría a tener en cuenta los kilómetros recorridos, algo que podría implicar la obligación de conectar un GPS que mida la distancia recorrida por el vehículo.
Técnicamente, esta segunda opción se antoja bastante complicada, y más aún en un contexto en el que la protección de datos personales está a la orden del día, a pesar de que el país no esté sujeto a las mismas limitaciones que los países miembros de la Unión Europea.
Así lkas cosas, parece bastante más probable la futura imposición de un impuesto por kWh, al modo de los coches con motor de combustión; aunque con esta opción, también hay cuestiones a tener en cuenta, como que la electricidad ya paga impuestos, lo que supondría una especie de doble imposición económica.
Además, a diferencia de las estaciones de servicio, la electricidad puede proceder de varias fuentes, ya sean puntos públicos o privados, pero también puede ser recargada por los usuarios en sus viviendas usando energía fotovoltaica, en cuyo caso se antoja muy complicado justificar la aplicación de impuestos, ya que se trataría de unpuro y duro «impuesto al sol» como el que ya sufrimos en España.
Otra opción que los expertos están valorando es un impuesto en función del peso del vehículo, una posibiulidad que también están estudiando mercados países Francia o Australia.
En cualquier caso, incluso en mercados avanzados como Suiza, cualquiera de estas opciones supondría un freno a las ventas de este tipo de vehículos, que por otra parte llegan con algunos beneficios indiscutibles tanto para los ciudadanos como para las instituciones.
Los expertos en macro economía hablan de que la imposición de manera generalizada del coche eléctrico, supondrá un ahorro general que podría transformarse en un mayor consumo interno, en más recaudación, y que también incentivaría la creación de puestos de trabajo cualificado en sectores como la instalación y mantenimiento de redes de carga y energías renovables.
En cualquier caso, lo que es evidente es que, a medio plazo, los estados están obligados a dar una vuelta al modelo de financiación, sin que esto suponga una mayor carga impositiva. En Suiza ya están en ello, y en el resto de países, tarde o temprano tendrán que abordar esta situación.