En la actualidad todavía no hay opciones realistas de coches eléctricos autorrecargables, aunque poco a poco van surgiendo diferentes tecnologías que podrían hacer posible, en un futuro más o menos cercano, que este tipo de vehículos se fueran autorecargando mientras circulan.
Entre las tecnologías que ayudan a recargar el coche eléctrico y que ya están vigentes, destaca la del freno regenerativo, que se utiliza en una gran mayoría de vehículos eléctricos e híbridos, y que consiste en aprovechar la energía no aprovechada durante el proceso de frenada o desaceleración del vehículo para cargar las baterías.
En el caso de un vehículo híbrido, esta energía proviene del giro del cigüeñal del motor de combustión; mientras que en el caso de un coche eléctrico, la energía se consigue al invertirse el funcionamiento del motor eléctrico, que pasa a actuar como un generador. E caso es que el freno regenerativo es una realidad en numerosos vehículos, siempre teniendo en cuenta que esta frenada regenerativa no es suficiente para convertir un coche eléctrico en plenamente autónomo.
Por otra parte está la batería de inducción, un concepto que fue desarrollado por Nikola Tesla a finales del siglo XIX a través de sus experimentos relacionados con la inducción electrostática, y que consiste en utilizar un campo electromagnético para transmitir energía a una bobina, siendo capaz de recargar de manera inalámbrica una batería.
Se trata de algo que se está investigando en los últimos años y que ya podemos ver aplicado en dispositivos como los teléfonos móviles, y que aplicado a los coches, consiste en la colocación de una placa en el suelo que, alineada con una bobina situada en los bajos del vehículo, permite la carga sin necesidad de cables o contacto directo.
Por el momento, dicha tecnología no permite realizar la carga con suficiente potencia como para usar el vehículo, y mucho menos hacerlo en marcha, pero ya hay algunas marcas trabajando en ello.
Después estarían las carreteras de carga solar, una idea que consiste en desplegar una red de paneles solares fotovoltaicos en las carreteras, como si se tratara de una alfombra solar que serviría para cargar los vehículos mediante inducción y mientras estos circulan por las vías provistas de esta tecnología.
Esta tecnología ya ha sido puesta en práctica de manera experimental en algunos países, de forma que Francia cuenta con un tramo de un kilómetro provisto de 2280 paneles solares en Tourouvre-au-Perche, mientras que China cuenta ya con una carretera solar capaz de cargar vehículos eléctricos de un kilómetro de longitud. También existen proyectos similares en Budapest, Países Bajos y Estados Unidos.
Una versión simplificada de la idea anterior, se basa en paneles solares instalados en el vehículo, capaces de cargar las baterías que proveen de energía al mismo para su desplazamiento. Se trata de una alternativa que lleva siendo desarrollada muchos años, y aunque de momento no es una opción viable para el uso cotidiano, su evolución podría permitir que si lo fuera en un futuro.
Otra opción serían las baterías de grafeno, un material que ya está siendo utilizado en baterías junto con iones de aluminio gracias a su capacidad para generar una mayor autonomía y un menor tiempo de recarga, así como una mayor durabilidad y seguridad. Además, hace posible la carga inductiva, cuenta con una vida útil muy superior al de las baterías de litio y ocupa mucho menos espacio.