El coche de pila de hidrógeno, cada vez más cerca

El coche de pila de hidrógeno, cada vez más cerca

Los expertos y científicos ya consideran que el hidrógeno es la fuente de energía del futuro, afirmando que se trata de un recurso indispensable para la transición a una sociedad con bajo contenido de carbono, porque puede almacenar y transportar energía de fuentes renovables para suministrar electricidad a los medios de locomoción y muchas otras cosas.

En esta transición, la descarbonización del transporte será determinante para que el aumento de la temperatura global sea inferior a dos grados para 2050, como fijó la Cumbre del Clima de París de 2015. Hoy día, ese transporte se basa casi en su totalidad en los combustibles fósiles, y responde de un 20 % de las emisiones mundiales. El escenario descrito en París obliga a reducirlas un 40 % en el periodo, lo que supondrá que 80 millones de vehículos de cero emisiones y otros 80 millones de híbridos enchufables deberían poblar el mundo para 2030, en solo 12 años. Y el hidrógeno puede ser clave para conseguirlo.

De esta manera, se dan los ingredientes necesarios para que el automóvil de pila de combustible basado en el hidrógeno se consolide después de años de expectativas.

Un coche FCV lleva una pila donde se une el hidrógeno del depósito con el oxígeno del exterior. En la reacción química se genera la electricidad que mueve el vehículo y como residuo queda agua. Entre sus ventajas, destacan que alcanza autonomías de hasta 600 kilómetros; requiere de baterías mucho más pequeñas; se reposta en apenas tres minutos y el hidrógeno se puede obtener a partir de energías renovables y se transporta y almacena con facilidad.

Según las estimaciones, en el año 2030 uno de cada 12 automóviles en Corea del Sur, Alemania, Japón, California, y posiblemente en China, esté movido por hidrógeno; pero para 2050, podrían suponer el 20 % del total de la flota: unos 400 millones de turismos, 20 millones de camiones y unos cinco millones de autobuses, según el Consejo del Hidrógeno.

Para ello, es necesario solucionar los problemas que plantea la producción y suministro de hidrógeno; reducir el precio de los coches para elevar la demanda y, por encima de todo lo demás, crear una red de hidrogeneras para el repostaje.

Hoy existen alrededor unas 375 a nivel global (seis en nuestros país), que deberían ser 1.100 en dos años y 5.300 en 2030. Es decir, menos de las gasolineras de las que tiene sólo España.

Esto no quiere decir que los vehículos de pila de combustible sean el único camino para la descarbonización. Al contrario, se requiere invertir en varias tecnologías, ya que los requisitos de autonomía, flexibilidad y rendimiento difieren mucho entre segmentos. Así, se necesitarán diferentes cantidades de BEV (eléctricos a baterías), híbridos e híbridos enchufables, FCV, biocombustibles y combustibles sintéticos, según los distintos mercados y regiones. Apostar a una sola casi seguro impediría cumplir el objetivo de reducción de emisiones y sería arriesgado si los avances en esa alternativa o la velocidad de producción no se materializan.

Se espera que el precio por kilo de hidrógeno caiga a medida que la distribución y la infraestructura de repostaje aumenten. Unas mejoras que les darían ventajas  sobre el diésel en todos los segmentos del mercado, incluso si el precio del petróleo se mantiene tan barato como hoy.

 

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